Reconociendo en la música un recurso pedagógico que trasciende su función puramente estética o de esparcimiento, es necesario garantizar una serie criterios previos y coordenadas de acción.
Para empezar, la típica pregunta ¿Qué música empleo para estimular a los niños? no es la prioritaria al momento de iniciar un proceso de intervención pedagógica o terapéutica, ante todo es necesario precisar con claridad ¿Qué es lo que se quiere lograr? Luego de formular el Aprendizaje Esperado, se escoge la música o estilo musical más apropiado para el momento.
Así, por ejemplo, “si la conducta que se busca lograr guarda relación, por ejemplo, con una dimensión cognitiva o una mejor concentración en el aula, se pueden privilegiar músicas cuyas melodías sean ejecutadas con instrumentos de cuerdas, como los violines, cuyos estímulos sonoros llegan mejor a determinados niveles de la corteza cerebral cerebrales. En cambio la percusión se reparte mejor en el resto del cuerpo del niño, por lo que es más indicada para el desarrollo de habilidades motrices gruesas” (Gabaldón. P, 2008).
Por otro lado, es importante reconocer el tipo de estructura u organización interna de la música a escoger. “Si deseamos potenciar la manifestación de habilidades asociadas al lenguaje o al cálculo, podemos encontrar en la música clásica un poderoso aliado pedagógico. La música clásica es un lenguaje sonoro altamente organizado, como la de Mozart por ejemplo, que presenta estímulos sonoros contrastantes en perfecto equilibrio” (Contreras, E. 2008).
Existen muchos estudios que han demostrado que la música realmente afecta nuestro cerebro de una manera positiva. La investigación científica sobre los efectos neurológicos y de desarrollo de la música ha fascinado a educadores y a padres dándoles la posibilidad de mejorar el aprendizaje en los niños. Comparado con la larga historia de investigación del idioma, nuestro entender científico de la música es nuevo; muchos científicos creen que “si pudiéramos explicar la música, podríamos encontrar la clave para todo el pensamiento humano” (Gardner, H. 1983).
Estudios hechos por la investigadora Frances Rausher basados en el “Efecto Mozart” demuestran que existe un momento apropiado para escuchar música en el proceso de aprendizaje así como existe un momento apropiado para estar en silencio es entonces en conclusión, es todavía incierta la efectividad en distintas circunstancias del llamado “Efecto Mozart”.