Escrito por: Denisse Bahamondes, María Paz Contreras y Constanza Gallegos. Universidad del Bío-Bío, Chile.
Para introducirnos en el concepto de qué es la Neurociencia, el diccionario de la Real Academia Española la define como la “ciencia que se ocupa del sistema nervioso o de cada uno de sus diversos aspectos y funciones especializadas” (RAE, 2010) lo que nos conlleva a la definición de esta dentro de la pedagogía, conocida como el estudio del trabajo que se realiza en el cerebro del estudiante mientras este aprende, recuerda y olvida.
El profesor tiene una función sumamente relevante en la vida de sus alumnos y alumnas, su misión como educador es formar estudiantes autónomos, que logren desarrollar actitudes, valores, conocimientos y que puedan mejorar la calidad de sus aprendizajes, por eso mismo es primordial que los docentes como guías y estrategas, conozcan el funcionamiento del cerebro de sus estudiantes, para poder desarrollar una enseñanza acorde con las necesidades individuales de cada uno.
Durante años los profesores en Chile han enseñado sin saber cómo funciona el cerebro de sus estudiantes cuando están aprendiendo. Cuesta entender que personas que educan cerebros no conozcan esta área, siendo esta primordial para fortalecer el aprendizaje de los estudiantes. Quizás la Neurociencia sea una disciplina nueva y de poco conocimiento, pero sí es un hecho que como tal, ha tomado fuerza y ha tenido un gran desarrollo en los últimos años.
Hay una responsabilidad compartida en cuanto al nivel de aprendizaje que reciben los estudiantes, esta recae en el curriculum y los profesores, ambos tienen una gran responsabilidad en cuanto a la exigencia de conocimientos que se les pide, no todos los alumnos y alumnas poseen las mismas capacidades intelectuales, quizás sea preciso que los aprendizajes se adapten de acuerdo a la capacidad que cada uno posee. La neurociencia es ese puente fundamental para el conocimiento del funcionamiento cerebral.
No se puede seguir ignorando esta área científica ligada a la pedagogía, si se quiere formar verdaderos profesionales de la educación, sería fundamental que los educadores conocieran y entendieran cómo funciona, aprende y procesa la información el cerebro de sus alumnos y que el currículo se adapte para que sea compatible con los distintos ritmos y estilos de aprendizajes de cada estudiante.
En la mayoría de los establecimientos escolares está la obligación por parte de los profesores el exigirles a los estudiantes desde pequeños el máximo de sus esfuerzos, al igual que los padres en sus hogares los impulsan a que asistan a actividades extraescolares con el fin de que estos desarrollen ciertas capacidades específicas o bien para potenciar otras existentes, ya que como dice Céspedes (2007), siempre están en una búsqueda compulsiva de rendimientos cognitivos lo que está conduciendo a una entrega igualmente compulsiva de contenidos, ya que las mediciones de éxito académico garantizan una creciente demanda para los establecimientos lo que convierte este erróneo concepto de escolarización en un fin muchas veces mercantil, esta búsqueda anticipada de rendimientos significa anticipar de manera forzada la actividad de módulos cerebrales funcionales que recién se están organizando (p. 276), sin preocuparse de la sobreexigencia y el agotamiento que esto implica para los niños y estudiantes en general.
Sobreexigir a los estudiantes es complejo, no todos pueden responder de la misma manera a las exigencias que presenta el curriculum y los profesores; ¿Cómo hacerlo en estos casos, si las exigencias son para todos iguales?. Donoso (2012) responde a esta interrogante:
Las planificaciones de los educadores son colectivas, pensando en que todos deben aprender y responder a lo mismo; esto no es tarea fácil, es indispensable promover y aplicar la neurociencia en la pedagogía. Sin embargo tomando en cuenta, lentamente, los fundamentos que nos entregan las neurociencias podemos ir realizando pequeños cambios en la acción pedagógica. (p. 5).