El fútbol es el deporte rey por excelencia, desde 1863 año en que se registra su inicio, cobró gran fuerza y adhesión, al ser tan fácil y simple de practicar en todo el mundo. Aprovechando esto, grandes empresarios encontraron en él un negocio muy lucrativo, tan lucrativo que en estos años mueve millones de dólares, es más, las estrellas de este deporte ganan cifras estratosféricas de dinero.
Para poder hacer más lucrativo este deporte es que existen distintos equipos, los que se han transformado en rivales y por lo tanto sus seguidores, también llamados barra o hinchada, se han transformado en enemigos unos de otros, esto ha llegado al extremo de pelearse y agredirse físicamente entre barras rivales, basta que dos personas que están conversando sean adherentes a equipos contrarios para que dicha conversación se vuelva acalorada o se transforme en una disputa.
En los estadios, que más que estadios, en Chile al menos, parecen gigantescas jaulas llenas de monos rabiosos, se produce gran cantidad de violencia física entre barras contrarias, sucedió antes en Europa y fieles a nuestra tradición de latinoamericanos hemos copiado el pasado europeo.
La violencia en los estadios ha hecho que el futbol se transforme en un deporte peligroso, existen registros de muchos asesinatos de barristas por otros barristas, además amenazas continuas a jugadores y asesinatos de personas inocentes que por el simple hecho de llevar la camiseta del equipo contrario ha sido muerta. Han existido guerras entre países vecinos por territorio, ideología, problemas económicos, etc. pero las batallas que se dan todos los fines de semana en los estadios chilenos y de Latinoamérica en general, no tienen una verdadera justificación, la llamada “pasión de multitudes” se ha transformado en un motivo para que delincuentes y vándalos hagan de las suyas, las barras además están conformadas por gente que está acostumbrada a violentar al resto, en realidad son simples delincuentes aferrados a una camiseta por la que matan o mueren, esta “pasión” como ellos la llaman es una simple excusa para vejar, agredir, e incluso asesinar a sus semejantes. Sin duda que las políticas públicas deben ser más rígidas y duras al respecto para así acabar de una vez con esta violencia que opaca el deporte rey.
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Escrito por: Héctor Hernández Cortés, estudiante Ped. Educ. Gral. Básica. Universidad del Bío-Bío, Chile.
