Por: Claudio Barrientos Piñeiro. Profesor de Educación General Básica – Universidad Austral de Chile. Máster en Dirección y Gestión de Centros Educativos, Máster en Investigación en Didáctica, Formación y Evaluación Educativa, Doctorando en Educación y Sociedad – Universidad de Barcelona.
La evaluación de los aprendizajes siempre ha sido uno de los elementos relevantes y centro de atención en los procesos educativos, por parte de docentes y académicos, y un aspecto controversial en relación a su enfoque aplicativo, tanto en su diseño, aplicación y análisis de sus resultados.
La evaluación de los aprendizajes siempre ha sido uno de los elementos relevantes y centro de atención en los procesos educativos, por parte de docentes y académicos, y un aspecto controversial en relación a su enfoque aplicativo, tanto en su diseño, aplicación y análisis de sus resultados.
A raíz de estas controversias, y nuevas investigaciones, es que este proceso ha ido evolucionando lenta y progresivamente, acotada por reflexiones de largo recorrido histórico por parte de muchos profesionales y educadores. Desde Stufflebeam y su mirada positivista de la evaluación, con el foco centrado en las conductas observables y medibles, hasta hoy en día con Robert Stake y su propuesta de evaluación respondente, Parlett y Hamilton con su visión Iluminativa y Mc Donald con la evaluación democrática de mirada interpretativa, por nombrar algunos.