Que los sofistas se queden en Grecia, y los profesores cambien esas palabrerías por conocimientos.

Escrito por: Eleazar Casanova, Carlos Godoy, Andres Sepulveda, Carlos Rivas. Universidad del Bío-Bío, Chile.
Ingresas a la Universidad con el fin de aprender, de ser más de lo que hasta ese momento eres, de indagar en todo aquello a lo que antes no tenías acceso, de obtener nuevos “conocimientos”… ¿Todos coinciden con estos argumentos?... Qué problema más grande existe hoy, no hay vocación, no hay interés real por lo que se hace. ¿Algún cambio posible?...No.
Indaguemos…
Los sofistas emplearon la oratoria, de tal modo que la gente que los escuchaba, quedaba anonadada al percatarse de tanta palabra “bien utilizada” (aparentemente) en todo discurso que solían dar, justamente a fin de lograr que la gente se sorprendiera; sin embargo, como bien sabemos, toda esta palabrería era tan sólo eso, inventos de aquellos hombres que practicaban el “arte de hablar bien”.
Al trasladarnos a tiempos actuales, será posible señalar el claro ejemplo de los “políticos”, quienes hacen fiesta con esta idea. Muy pocos de ellos saben bien lo que dicen, muy pocos saben el momento – “el que sabe hablar, sabe también cuándo” (Arquímedes de Siracusa) - y lugar en el cual hablar, e incluso, suelen ser desubicados, pero por sobre todo: incultos (¿Cómo es posible que, por ejemplo, el alcalde de Ñiquén Sr. Domingo Garrido, no tenga siquiera 8vo básico completo, y sea capaz de tener aquel puesto, y en consecuencia, a tantas personas a su mandato?).


Hablemos un poco de Historia.
Hitler fue capaz de introducir en sus discursos, palabras que incentivaron directamente a la adhesión de la población a su pensar, con frases como:
“...Queremos que este pueblo no se torne blando… sino que se haga duro... y por consiguiente... debéis endureceros a vosotros mismos... en vuestra juventud... para esto... debéis aprender a sacrificaros... así como también nunca veniros abajo...
...todo aquello que forjemos hoy... no importa lo que hagamos... pasará al olvido... pero en vosotros.. Alemania perdurará... y cuando nosotros no podamos mantener más... la bandera que lloraremos desde la nada... vosotros debéis mantenerla firmemente en vuestros puños…” (Hitler, 1934)
¿Qué argumentos son esos?... no hay nada más que palabras sensacionalistas que no tienen más objetivo que persuadir a toda esa gente que ciegamente veía en su fürer las “ideas perfectas” de algo totalmente fuera de sí.
Pero, ¿qué relación tiene esto con lo que nos indica el título?, bueno, aquí vamos.

Un par de años atrás…
Las pedagogías eran bien vistas, muchos las pretendían por su esencia: llegar a ser pedagogos. Seguramente sonará si nos referimos a aquellos profesores normalistas, quienes eran en su tiempo, fueron ilustres ejemplos para la sociedad (olvidémonos por favor de lucro, que aquí no tiene sentido), tanto por su labor humana, respeto y por sus conocimientos (los que sin duda eran de excelencia); no como hoy, en donde los futuros profesores ingresan a pedagogía por factores externos. Sin embargo, esto no llega a ser el gran problema, sino que, haremos hincapié a los “motivos” por los que muchos ingresan a estudiar esto, que suele radican en oraciones como: “quedé en esto”, o “me tincó”. ¿Dónde está el valor por el conocimiento real, por ese saber que “debe” argumentar todo, por ese respeto que da el saber real y fidedigno de las cosas?. Es inaceptable que, sólo el 10% de los estudiantes de primer año de esta carrera, haya ingresado porque realmente era lo que quería, ¿qué pasa con ese 90% restante?...

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